viernes, abril 20, 2007

Se marca
con tambores
el ritmo
con el
que camina
la muerte.

El verdugo
afila
su hacha
de verdades,
ultima
los detalles
de la ejecución.

Mira, ahí va el poeta
arrastrando los pies
al cadalzo.
Dos minutos,
quizás tres,
no va a durar.

Silencio,
el aire
se corta
con un pedazo de pan.
El juego
de los niños
se suspende
pues una prosa
está
por morir.

Y no es tan grave,
no es un crimen.
Justicia,
deber
y ciencia
lo exigen.

Poeta que ya no será.